En menos de dos semanas hemos conocido a dos personas que nos han transmitido un mismo pesar: «Galicia vive de espaldas al mar». El lunes 17 de Febrero asistimos al seminario Pórticos Verdes organizados por la fundación Paideia sobre Paisaje. Tanto Montserrat Iglesias, como Mario Crecente, nos sorprendieron con unas ponencias dinámicas y participativas, bueno, tanto nos ha gustado, que al mes hemos repetido. Aprovechamos para agradecer a Oscar Blanco y Dolores Sánchez que nos hayan dado esa segunda oportunidad. Pero volviendo al tema, Mario Crecente, de Crecente Asociados, nos hizo ver el potencial turístico de la costa gallega con recursos ya existentes como el gran patrimonio industrial abandonado. De esta manera, además del impulso económico que supondría a la zona, no perderíamos estos bienes que son parte importantísima de nuestra historia. Salazones, conserveras, balleneras,… Pero Mario se emocionó y nos emocionó cuando nos habló del patrimonio marítimo, no el de la costa, como él dice, el del mar, el que flota. Nuestras dornas, gamelas, chalanas, traineras, racús… Ese patrimonio variado y valioso que estamos perdiendo sin que nadie o casi nadie intente evitarlo, salvo alguna excepción.
Y aquí es donde aparece nuestro siguiente protagonista, Gerardo Triñanes, de Asteleiros Triñanes , nuestro Axtérix particular, que intenta mantener la tradición de la carpintería de ribera tradicional contra viento y marea, nunca mejor dicho. Empieza a hablar y uno ya queda embobado tal es la pasión que este hombre transmite por su oficio. Nos cuenta, con resignación, cómo tiene de vez en cuando hacer alguna concesión y utilizar poliéster (dice que también tiene familia y tienen que comer). Pero también nos hace ver lo absurdo de que en un lugar como Galicia, lleno de árboles, se haya desplazado el uso de la madera para la construcción de las embarcaciones a favor de un derivado del petróleo que aquí no tenemos. Un derivado contaminante, de vida corta y de difícil y costoso reciclado. El porqué ya todos lo podemos imaginar. Gerardo es carpintero de ribera, oficio heredado de su padre, D. José Triñanes Domínguez. Y en homenaje a éste, ha construído y bautizado un precioso racú con el mote que tenía, «Laberco». Un «laberco» es el polluelo de la calandria, pero también se le dice a persona que destaca por su inteligencia o muestra una especial vivacidad como era el caso de D. José. Aquí ya nos contó otra historia sobre un maestro de la República que dejaremos para otra ocasión, y es que este Gerardo es un libro abierto.
Pero sigamos con el racú, porque en el racú está la esperanza. En él vemos perfectamente como es posible armonizar turismo y tradición. Porque el racú es nuevo, y no se hizo para pescar, es una embarcación de recreo que funciona a vela y motor. Con su aseo, neverita y demás accesorios, pero viéndolo quién lo diría… ¿A qué es hermoso??
Gerardo nos ha demostrado que Mario tiene razón, que los dos la tienen, armonizar turismo sin perder nuestra identidad y tradiciones es posible, y que Galicia, con sus casi 1500 kms de costa, tiene que mirar de nuevo al mar.